Como el sendero blanco porque vuela mi verso,
eres tú, toda llena de cosas extrañas.
Llevas algo de extraño, de sutil y disperso
como el polvo que dejan atrás las caravanas.
Amas la lejanía y eres la lejanía.
No has soñado jamás con la paz de tus lares.
Tienes el gesto claro y la blanca osadía
de las velas que parten hacia todos los mares...
Todo camino sabe de tu huella. Los montes
y el viento te desean. Tú -sin saber, acaso-
reclinas tu cabeza sobre los horizontes,
como sobre el regazo.
Y otra vez al camino, al viaje comenzado,
a las cosas lejanas del dolor y la muerte.
Si alguna vez, mujer, pasaras por mi lado
yo no podría detenerte.
Me quedaría inmóvil. No me querría asir
a tu pálida vesta de ensueños y azahares;
sólo por la tristeza de mirarte partir
como una vela blanca hacia todos los mares...
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