Ya la voz del soñar casi no me acompaña.
El vino de arroz embriaga como el viento.
La guerra más feroz está en nosotros.
El dolor siempre borra fronteras de nostalgias.
¿Qué nos queda de todo lo vivido?
Acaso esa estrella invisible que en nuestras manos se ha dormido
y era la llave -final- del Paraíso.
martes, 10 de febrero de 2009
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