Nunca hallé el camino
la buena mano amada;
la busqué por las sendas florecidas
y la esteril llanada.
Nunca la voz que trina
me acaricio el alma;
la voz que llorea, donde mi cortijo
trémula y amarga.
Buena mano de hermano
que a mis labios sedientos,
vino de amor escancie.
Tibia y segura mano
que ha de empuñar un día
los remos de mi nave.
martes, 10 de febrero de 2009
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